En el haiku no hay que buscar sentidos profundos, ni símbolos, ni metáforas. No hay que hacer interpretaciones. Los símbolos, las lecturas «entre líneas», las interpretaciones desvirtúan lo que el haiku dice. Y el haiku dice lo que dice, y nada más. A veces describe o dibuja una imagen. Otras veces evoca una sensación. Siempre es un pequeño, aparentemente insignificante, fragmento de realidad.
¿Por qué no aceptar la realidad así, tal y como se muestra?
笠にとんぼをとまらせてあるく
Kasa ni tonbo o tomarasete
aruku
Al andar, las libélulas
se van posando en mi sombrero de junco
(Taneda Santôka. Traducción de Vicente Haya).
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