APRETÉ las manos bajo el velo oscuro...
-¿Por qué estás tan pálida hoy?
-Con áspera tristeza
embriagué a mi amado.
¿Cómo olvidarlo? Salió tambaleante,
prietos los labios por el dolor.
Bajé tras él volando
hasta llegar al portal.
Sin aliento grité: -Era en broma
lo que dije; si te vas, moriré-.
Sonrió con calma extraña:
-No te expongas al viento.
Kiev, 1911
(En: Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva: El canto y la ceniza. Antología poética. Selección y traducción de Monika Zgustova y Olvido García Valdés. Círculo de Lectores. Barcelona. 2005)
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