Resiste, pueblo mío, resísteles.
En Jerusalén vendé mis heridas,
y comuniqué mis preocupaciones a Dios
Llevé el alma en mis palmas
por el bien de la Palestina árabe.
No me conformaré con una «solución pacífica»,
nunca arriaré mi bandera
hasta expulsarlos de mi patria,
y hacerlos arrodillarse por un tiempo.
Resisteles, pueblo mío, resísteles.
Resiste a la ambición de los colonos
y sigue al convoy de los mártires.
Destroza la constitución de la vergüenza,
que ha impuesto la humillación implacable
que impide la restitución de nuestros derechos.
Resisteles, pueblo mío, resísteles.
Quemaron a niños inocentes.
Acribillaron a Hadeel en público,
La mataron a plena luz del día.
¡Resiste, pueblo mío, resiste!
Resiste a la escoria colonialista
No escuches a los lacayos,
nos encadenan a la ilusión pacífica.
No temas a las lenguas de Merkava.
La verdad es más fuerte en tu corazón
mientras resistas en una patria
que ha sobrevivido a las batallas y nunca se ha rendido.
Ali clamó desde su tumba:
Resiste, pueblo mío, revolucionario,
y escríbeme como prosa en la madera de agar.
Tú te has convertido en la respuesta a mis restos.
Resiste, pueblo mío, resísteles.
"Queridas amigas y amigos,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
El dolor recorre las arterias de la sociedad mundial y la estremece. Transcurren los días mientras el genocidio contra el pueblo palestino continúa y los conflictos en la región de los Grandes Lagos de África y Sudán recrudecen. Son cada vez más las personas sumidas en la pobreza absoluta mientras las ganancias de las empresas de armamento aumentan vertiginosamente. Estas realidades han endurecido a la sociedad, haciendo que la población esconda la cabeza e ignore los horrores que se están produciendo en todo el mundo. El desprecio profundo por el dolor ajeno se ha convertido en una forma de protegerse del creciente sufrimiento. ¿Qué hacemos ante la miseria que ha llegado a definir la vida en todo el planeta? ¿Qué hago yo? ¿Qué haces tú?
En 2015, la poetisa palestina Dareen Tatour escribió Qawim ya sha’abi, qawimhum [Resiste, pueblo mío, resísteles], por el que fue detenida y encarcelada por el Estado israelí. Un poema que puede condenarte a prisión es un poema poderoso. Un Estado amenazado por un poema es un Estado inmoral.
“Hadeel” en el poema se refiere a Hadeel al-Hashlamoun (18 años), asesinada a tiros por un soldado israelí el 22 de septiembre de 2015. Este asesinato se produjo en paralelo a una oleada de ataques a tiros –muchos mortales– contra palestinxs por parte de soldados israelíes en los puestos de control de Cisjordania. Ese día, Hadeel llegó al puesto de control 56 de la calle al-Shuhada, en Hebrón (Territorio Palestino Ocupado). El detector de metales emitió un pitido y los soldados le dijeron que abriera su bolsa, cosa que hizo. Dentro había un teléfono, un bolígrafo Pilot azul, un estuche marrón y otros efectos personales. Un soldado le gritó en hebreo, pero ella no entendió. Fawaz Abu Aisheh, de 34 años, que estaba cerca, intervino y le explicó lo que le decían. Llegaron más soldados y apuntaron con sus armas tanto a Hadeel como a Fawaz. Un soldado hizo un disparo de advertencia y luego disparó a Hadeel en la pierna izquierda.
En ese momento, un soldado, asegurando que había visto un cuchillo, disparó varias veces al pecho de Hadeel, a quien momentos antes habían fotografiado inmóvil. Tras permanecer en el suelo durante algún tiempo, fue trasladada a un hospital, donde falleció a consecuencia de la hemorragia y el fallo multisistémico provocados por las heridas de bala. Organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional y B’Tselem afirmaron que la cuestión del cuchillo era irrelevante, porque Hadeel había sido objeto de una “ejecución extrajudicial” (por no hablar del hecho de que los testimonios sobre el cuchillo eran contradictorios). La descripción que hace Tatour de la ejecución de Hadeel a plena luz del día es un poderoso recordatorio de las oleadas de violencia que estructuran la vida cotidiana del pueblo palestino.
Un mes después del asesinato de Hadeel, conocí a un grupo de adolescentes en un campo de refugiadxs cerca de Ramala. Me dijeron que no ven salida para sus frustraciones y su ira. Lo que sí ven es la humillación diaria de sus familias y amigos por parte de la Ocupación, que les empuja a la desesperación. “Tenemos que hacer algo”, dice Nabil. Tiene los ojos cansados. Parece más viejo que su adolescencia. Ha perdido amigxs a causa de la violencia israelí. “El año pasado marchamos a Qalandiya en una protesta pacífica”, me cuenta Nabil. “Nos dispararon. Mi amigo murió”. La violencia colonialista se apodera de su espíritu. A su alrededor, el ejército israelí ejecuta impunemente a niñxs pequeñxs. El cuerpo de Nabil se estremece de ansiedad y miedo.
Pienso a menudo en esos adolescentes, sobre todo desde hace un año, marcado por la escalada del genocidio estadounidense-israelí contra el pueblo palestino. Pienso en ellos por el sinnúmero de historias sobre jóvenes como Hadeel y el amigo de Nabil asesinados por las tropas israelíes no sólo en Gaza, sino también en Cisjordania.
El 3 de noviembre de 2024, Naji al-Baba, de 14 años, de Halhul, al norte de Hebrón, volvía a casa del colegio con su padre, Nidal Abdel Moti al-Baba. Almorzaron molokhia, su plato favorito y luego Naji le dijo a su padre que iba a jugar al fútbol. Naji y sus amigos jugaban junto a la tienda de su abuelo. Los soldados israelíes llegaron y dispararon contra los chicos, impactando a Naji en la pelvis, el pie, el corazón y el hombro. Tras el funeral, Nasser Merib, gerente del club deportivo Halhul, donde Naji practicaba, dijo que tenía un fuerte pie derecho. “Era un niño ambicioso y soñaba con ser internacional como Ronaldo”. Ese sueño fue destruido por la ocupación israelí.
La muerte de un joven es un acto imperdonable. La muerte de un niño o de una niña es especialmente difícil de comprender. Naji podría haber sido capitán de la selección palestina de fútbol. Hadeel podría haberse convertido en una extraordinaria científica. Sus familias contemplan las fotografías que quedan y lloran. En Gaza, otras familias se sientan en tiendas de campaña sin poder recordar a sus hijxs perdidos, cuyos cuerpos han sido destruidos o han desaparecido y cuyas fotografías se han convertido en cenizas entre los escombros. Cuánta muerte. Tanta inhumanidad.
Si el tiempo y la lucha lo permiten, seremos capaces de despertar adecuadamente los sueños de la humanidad. Pero la noche antes del amanecer será larga y dura. Anhelamos la humanidad, pero no esperamos que llegue fácilmente. Pequeñas voces claman por un mundo nuevo y muchos pies marchan para construirlo. Para llegar a él habrá que poner fin a la guerra y la ocupación y a las atrocidades del capitalismo y el imperialismo. Sabemos que vivimos en la prehistoria, en la era anterior al comienzo de la verdadera historia de la humanidad. Cuánto anhelamos ese mundo socialista, donde Naji y Hadeel tendrían un futuro por delante y no sólo un breve paréntesis en nuestro mundo.
Feliz Año Nuevo. Que este año nos conecte más con nuestra humanidad.
Cordialmente,
Vijay" (Tricontinental, 26/12/24)
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