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9/2/08

Conciencia del presente

Conciencia del presente

Ha llegado el frío. Ahora nos queda la esperanza de que caiga nieve sobre la ciudad y podamos asomarnos a la ventana para ver caer los copos lentamente.

Tengo problemas de traducibilidad. Yo he intentado escribir en español algunos haikus invernales con la métrica clásica, 5-7-5, pero si se traducen al japonés no suenan bien. Al parecer, el haiku debe ser escrito en un japonés que suena a antiguo, pues son expresiones sumamente condensadas, sintéticas, en las que es más importante lo evocado que lo dicho.

Yuki ga furufuru
yuki mite oreba


En este poema de Taneda Santoka (1882-1940), aparte de que se rompe la estructura clásica con la conversión de dos versos de cinco sílabas en uno de siete, la duplicación del verbo furu (nevar) es difícilmente traducible, pues no podemos escribir «nieva-nieva». Y la repetición del sustantivo yuki (nieve) al inicio de ambos versos marca por completo el sentido poético, que se pierde si lo traducimos al inglés:

The snow falls
when I’m watching the snow falling.


La repetición, aquí en el verbo al final de cada verso, cambia el sentido. Pierde protagonismo la nieve y lo gana el hecho de que está nevando. Sutil diferencia.

La nieve cae sin cesar
cuando miro cómo la nieve cae.

En español, si elimino el gerundio me da la impresión de que estoy congelando el momento presente, y puedo recuperar así algo del sentido que tiene en japonés. Pero no llego a apresarlo; se escapa. En la edición de la que he sacado el poema se explica que lo importante en este haiku es la conciencia del presente que muestra Santoka: el estar aquí y ahora. Cuando nos situamos en actitud de apreciar el presente y nada más que el presente, es cuando el mundo acontece.

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Pequeños remedios poéticos

Pequeños remedios poéticos

Como este invierno no nieva, la mía va a ser una nieve soñada:

Nieva en mi sueño.
Me asomo a la ventana
y veo caer pétalos

de la flor del cerezo.

Como esta mañana estaba nublado y no he podido ver nuestro precioso satélite, lo he arreglado:

De madrugada,
invierno de cielo azul,
toco la luna.


Como además de estar nublado, no había nieve y me he quedado helado, le he puesto un poquito de imaginación para mejorarlo:

En las montañas
de mis sueños blancos

nunca hace frío.

Son terapéuticas y eficacísimas las virtudes del haiku.

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Estampas de dulce invierno

Estampas de dulce invierno

En bicicleta, por el puerto, recorremos el muelle bajo la vigilancia de unas inmensas gaviotas cuyo graznido recuerda la voz de un niño aterrado. Perezosamente va saliendo el sol y nos animamos a subir a Montjuïc. Afrontamos unas cuestas que se nos hacen interminables y llegamos hasta el castillo. Bordeándolo por el lado del mar hay unas vistas espléndidas sobre las grúas y contenedores del puerto. El panorama es de una belleza oxidada, como la de una naturaleza muerta, pero el aire nítido y grisáceo le confiere una apariencia de pintura hiperrealista, devota de los detalles, donde los brillos metálicos han quedado sabiamente atenuados por restos de herrumbre. En aquel mirador de Montjuïc, bajo los pinos, están colocando unas mesas; han sacado también una gran escultura de Buddha. Es un bar alternativo. Nos tomamos un refresco brindando por el suave invierno mediterráneo, ahora desvanecido. Al fondo se oye el canto nupcial de una tórtola, como un anticipo.

Entonces invento un haiku.

Invierno puro.
Un pajarillo alegre
canta a la vida.

Sin prisa alguna, descendemos por un camino que nos lleva hasta el cementerio.

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